¡ VRÍNDIS !
Por ninguno de los únicos afanosos que, más mal que bien, abren puertas y cierran heridas.

Por que cada vez que las losetas se acentúen, el cielo caiga.

Por la insípida e innecesaria pasión sentimental de dos o tres tipos de animales acuáticos provenientes del sur de Asia.
Por el incomparable sótano de las casas señoriales de los pequeños, pero meticulosos, instructores de sumo occidentales.


Por cada palabra que nos proporciona, además de un incesante, creo yo, y venéreo cansancio, uno o dos horas de congoja predilecta.

Por una de esas cositas tan pequeñas que nos facilitan o, al menos, nos hacen más fácil dos de cada tres espectáculos callejeros en restaurantes de comida americana.